Esta semana las imágenes de los saqueos en la segunda ciudad más importante de Argentina recorrieron el mundo. ¿Qué sucede en un país que hace pocos días recibió la mala noticia de quedar entre los últimos en educación tras los resultados de la prueba de Pisa y que ha cambiado a su plana ejecutiva ad portas de finalizar un año poco fructífero?. Diego Goldman*, analista político argentino nos brinda desde Buenos Aires la siguiente entrevista para esclarecer un escenario que va de Córdoba a las aulas argentinas. 1.- ¿Cuáles fueron los motivos de la huelga policial que desencadenó los saqueos en la ciudad de Córdoba? En principio, se trató de una protesta por cuestiones salariales. Las fuerzas policiales en Argentina históricamente han tenido pésimas condiciones laborales, con salarios miserables, jornadas extenuantes y entrenamiento deficiente. Eso ha llevado a una degradación total de la policía como institución, en todas las provincias. Son fuerzas en su mayoría desmoralizadas y cooptadas por la corrupción. Por eso es difícil saber hasta que punto se trató de un reclamo meramente salarial y no, al menos parcialmente, un intento de desestabilización al gobernador De La Sota, como muchos sospechan. Como sea, y sin conocer los pormenores de lo que sucedió realmente en Córdoba, el conflicto deja en evidencia el estado crítico de la institución policial en la Argentina, y la necesidad de su replanteo radical. En la situación en que estamos, quedamos siempre con la sospecha de que la policía suele estar en la columna de las causas de los hechos violentos, en lugar de estar del lado de las soluciones. 2.-¿Por qué el gobierno decide no enviar fuerzas federales a Córdoba cuando ya se sabía de los desmanes en la ciudad? Parece ser una cuestión de mezquindad política, para perjudicar a un gobernador que no es afín al gobierno federal aunque es parte de su mismo partido. A eso se suma cierta incapacidad de análisis de ciertos sectores del gobierno, que pensaron que podían salir indemnes de la situación, cargando las culpas sobre el gobierno provincial. Evidentemente, cuando vieron que la opinión pública iba a responsabilizar al gobierno federal de la situación, reaccionaron tarde y enviaron a la Gendarmería cuando ya no quedaba demasiado por hacer. Hay mucho de capricho y poco de profesionalismo en el modo en que el gobierno federal maneja estos conflictos, no puntualmente ahora, sino desde siempre. Cada vez que pasa algo, buscan responsabilizar a otro y eludir sus propias culpas. Lo mismo sucedió, por ejemplo, en los casos graves de accidentes ferroviarios recientes, en los que se intentó culpabilizar a los trabajadores ferroviarios, a los sindicalistas y hasta a un cineasta, en lugar de asumir errores propios y buscar soluciones concretas a los problemas. O sea, no veo novedad en el modo de reaccionar ante la crisis, su modus operandi ha sido siempre el mismo. 3.- En Córdoba, los niveles de pobreza y desempleo se elevaron en los últimos tres años, según datos del Observatorio de Deuda Social Argentina, algo preocupante para la que es la segunda ciudad en importancia del país. ¿Fue un estallido social lo que motivó los saqueos en la ciudad o un aprovechamiento de bandas delincuenciales ante ausencia policial, como dijo el gobernador cordobés, José Manuel De la Sota? Es difícil determinar concretamente las causas de los saqueos. Preferiría no caer en teorías conspirativas, pero es extraño el modo en que se desarrollaron los hechos. Yo no atribuiría la cuestión a un "estallido social", al menos en el sentido clásico, que uno piensa gente saqueando comercios porque no tiene para comer. Uno ve las imágenes de los saqueos, y lo menos que ve es gente llevándose comida o artículos de primera necesidad. Mi impresión es que estamos ante algo mucho más grave, que no tiene que ver estrictamente con la pobreza, sino con una ruptura del contrato social. Hay amplios sectores de la sociedad, en todo el país, que se han marginalizado y ya no comparten valores ni lenguaje con el resto de la sociedad. Se ha perdido el respeto por la propiedad del otro, pero no sólo eso, se ha perdido el respeto del otro como persona. Entonces tenemos dos sociedades compartiendo un mismo espacio físico. Una que sigue creyendo en el prójimo, en la cultura del trabajo, en no apropiarse de lo que no le pertenece, y otra a la que no le importa nada, que cree que se puede hacer cualquier cosa y no sufrir consecuencias.
Desde el gobierno nacional, y particularmente desde sectores intelectuales que le son afines, se ha hecho mucho por alimentar esa subcultura marginal, se la ha validado, incluso estimulado, al tiempo que pareciera que se quiere hacer culpable al resto de la sociedad por esa marginación. Eso crea una situación explosiva, que se ve diariamente en el incremento de la violencia en las relaciones sociales. Cuando un hecho puntual, como lo son las huelgas policiales, genera una situación propicia, todo ese resentimiento hace eclosión de forma violenta, tal como hemos visto en estos días.
Fíjate lo preocupante de la secuencia de los hechos: primero los delincuentes comunes inician los saqueos, pero luego muchos de estos individuos marginalizados se suman por efecto contagio, porque no les parece mal robar, e incluso en algunos casos por mero resentimiento contra los comerciantes, porque en comparación a ellos son exitosos. Es tremendamente preocupante eso, porque uno no sabe como termina, pero sabe que termina mal. En facebook se podían ver apologistas de los saqueos, que además destilaban odio contra los comerciantes, particularmente de origen chino. A mi eso me afecta particularmente, porque veo en el odio a los chinos el mismo ADN que en el antisemitismo del siglo XX, son grupos a los que se estigmatiza y se odia atribuyéndoles características que, si uno lo piensa, deberían ser positivas en una sociedad sana: la capacidad de trabajo, la austeridad, el ahorro, el éxito económico.
En definitiva, yo no creo que estemos ante un estallido social. Estamos más bien ante una disolución, o al menos una división de la sociedad, donde hay sectores que no hacen suyos los valores esenciales para una convivencia civilizada.
4.- El informe regional de Desarrollo Humano del PNUD 2013 – 2014 muestra a Argentina como uno de los países de más inseguros Sudamérica. ¿Ha tomado medidas el gobierno kirchnerista para revertir esta situación de inseguridad generalizada?
No, claramente no ha hecho nada para revertir esa situación, porque como te decía antes, la inseguridad es parte de un proceso de disolución social que ellos, en parte, han alimentado. En lugar de tratar de unir esos fragmentos, han sacado enormes réditos alimentando las diferencias y el conflicto. Hay algo ahí, me parece, que es como una tara ideológica. Los supuestos intelectuales que alimentan de ideas al gobierno, son gente que no ha pasado del izquierdismo adolescente. Todo lo que suene a autoridad, salvo la de ellos mismos claro está, lo identifican con represión. Entonces los directores de escuela no pueden imponer sanciones disciplinarias a los alumnos, la policía no puede desalojar el espacio público ocupado por manifestantes, etc. También están en contra de todo lo que signifique diferenciar a las personas en base a su mérito. Entonces todo es igual, nada es mejor, como dice el tango Cambalache.
Si a eso le sumás el tema de la droga, que puede tener su origen en el delirio puritano de sectores ultraconservadores de los EEUU que inventaron esto del prohibicionismo y generaron un monstruo peor que la enfermedad, pero que prende fácilmente en estos contextos de marginalidad y desesperanza, no es extraño que nos pase lo que nos pasa.
5.- Un grupo de legisladores de la oposición ha hecho un llamado para promulgar una “Ley de emergencia de seguridad nacional”, luego de los saqueos en Córdoba. ¿Cuán necesario y viable es un proyecto así?
No tengo demasiado conocimiento de ese proyecto de ley, pero todo lo que invoque la "emergencia" me da urticaria. Lo que necesitamos es volver a la normalidad, no insistir en la emergencia. Porque la emergencia es siempre la excusa para hacer la excepción a la regla, hasta que no tenemos más regla, y lo único que nos queda es la arbitrariedad del que detenta el poder, que es más o menos lo que tenemos ahora. Hace cien años que Argentina vive en "emergencia", y es precisamente esa falta de normas claras lo que nos ha llevado a esta decadencia. No hacen falta más reglas de excepción, hacen falta pocas reglas, claras, fáciles de entender, de aplicar y que no cambien constatemente, con eso se enfrenta cualquier supuesta "emergencia".
Hace noventa años, a los políticos se les ocurrió que había "emergencia habitacional" y dispusieron el congelamiento de alquileres, a todos los jueces eso les pareció muy bien, y dijeron que no había que ser tan estrictos con la regla de la inviolabilidad de la propiedad privada, que está en la Constitución. El caso llegó a la Corte Suprema, y todos los jueces dijeron que la ley estaba muy bien, salvo uno, Antonio Bermejo, que advirtió que había que tener cuidado con la idea de emergencia, que la Constitución debe conservar su imperio en todo caso, y sobre todo en situaciones de crisis, que es cuando más se necesita respetar la ley, porque sino las emergencias se tornan como profecías autocumplidas. Obviamente, no le hicieron caso a Bermejo, y al día de hoy no sólo no se solucionó la crisis habitacional, sino que las villas miseria han proliferado como nunca, y seguramente hay quienes piensan que eso se soluciona con controles de alquileres. Eso es lo que pasó con las "leyes de emergencia", en materia de alquileres y en todas las demás materias lo mismo.
6.- Este año hubo cambios significativos en la administración Kirchner, Jorge Capitanich como Jefe de Gabinete y Axel Kicillof como Ministro de Economía. ¿Qué tan oportunos son estos cambios en momentos en los que la desaprobación de la Presidenta alcanza el 46%?
Bueno, no se que tan oportunos serán los cambios, pero que en algún momento había que hacer un cambio era evidente, porque con una inflación del 30%, la economía parada, la inversión tendiendo a cero y un control de cambios que asfixia las posibilidades reales de ahorro de la clase media, es claro que no se podía seguir con el mismo rumbo. La pregunta en todo caso es si realmente hay un cambio en los conceptos, o si sólo se buscó cambiar las formas para ganar un poco de tiempo.
Soy bastante escéptico al respecto. El episodio de Córdoba y la negativa de mandar a la Gendarmería, como una forma de vendetta contra un gobernador díscolo, parece indicar que no hay cambios por debajo de la superficie. Por otro lado, si el "emprolijamiento" de la economía pasa por ponerla al mando de un tipo que cree fervientemente en la economía planificada al estilo soviético, y que piensa que el experimento falló por no contar con la tecnología adecuada para procesar la información, tampoco me quedo muy tranquilo. Son ideas que atrasan como mínimo seis décadas. Pero bueno, quizás aún así podamos esperar cierto mejoramiento respecto de la situación previa. Al menos el cambio de nombres implica un reconocimiento implícito de la existencia de problemas que hasta ahora se negaban, y eso ya es algo.
7.- En el último informe de Transparencia Internacional, Argentina se encuentra en el puesto 34 de entre los 100 países más corruptos del mundo y en el reciente informe de PISA sobre educación el país se encuentra en el puesto 60 de 66 países evaluados. ¿Cuál ha sido la respuesta del gobierno ante estos resultados tan poco alentadores para su imagen interna y externa? Hasta ahora, parece ser más de lo mismo: relativizar las mediciones y achacarles mala fe a los que las difunden. Si me preguntás a mi, lo de la educación es más preocupante que lo de la corrupción, porque es un problema todavía más profundo: gente sin educación no entiende porqué la corrupción es un problema. Y el problema de la educación, no se resuelve sin un cambio cultural que va más allá del gobierno. Acá parece haber un consenso de que lo que están mal son las soluciones: está mal subir la exigencia, dar más horas de clase, evaluar más severamente, promover la excelencia, imponer un mínimo de disciplina. En eso están todos de acuerdo: los políticos, los maestros, los sindicalistas, los padres. Intuitivamente, creo que los que menos de acuerdo deben de estar con este status quo, son los alumnos, que perciben que algo anda mal, que los adultos están todos locos, pero obviamente no están en condiciones de elaborar la respuesta ni cambiar las cosas. Pero insisto, el gobierno tiene parte de la culpa al desentenderse de estas cuestiones, pero tampoco hay un clamor social por promover otra cosa. 8.- Muchos analistas hablan del copamiento de las instituciones por parte del kirchnerismo que no deja de ser una variante del peronismo que ha gobernado Argentina por décadas. ¿Se puede tener éxito en la política argentina sin ser peronista? Yo quiero creer que si, porque si no, la solución a los problemas argentinos pasa por Ezeiza, como decimos nosotros, y el último que apague la luz. Pero claramente la cultura política del peronismo, esa cosa de autoritarismo, de corrupción, de cortoplacismo y, sobre todo, de improvisación, de chantada, está enquistada en toda la sociedad, no sólo en los que se dicen peronistas, sino también en los que no lo son. Se puede construir otra forma diametralmente opuesta de hacer las cosas, pero aparentemente es un camino tan largo y tan arduo, que todos los que parecen intentarlo terminan sucumbiendo a la tentación del atajo, de metamorfosearse en peronistas. Además, para plantear las verdades desagradables que los argentinos no queremos oír, hay que tener una convicción y un carisma a prueba de balas. Y remarco lo del carisma, porque el caudillismo está tan incorporado a nuestra idiosincracia, que sin un liderazgo fuerte veo difícil la posibilidad de cambio. Quizás construyendo un gran partido nacional, con una institucionalidad fuerte, podría suplantarse al líder carismático, pero es un camino tan difícil que no veo mucho entusiasmo en encararlo. Y eso lo tenés además que plantear en una sociedad acostumbrada al facilismo y a conformarse con poco, que es lo que da el peronismo: soluciones de corto plazo y después arreglate como puedas. Si nosotros hubiéramos sido la Inglaterra de la Segunda Guerra, y nos venía un Churchill a prometer "sangre, sudor y lágrimas", las elecciones las ganaba el primer charlatán que prometiera ganar la guerra así nomás, a lo guapo y sin esfuerzo. Ahora estaríamos todos hablando alemán y saludando con el brazo en alto, que se yo. Para no irme por las ramas, creo que se puede gobernar sin peronismo, pero para eso previamente hay que pasar décadas haciendo docencia cívica en lo más profundo del país, meter los pies en el barro para explicar los beneficios de la república, de las instituciones confiables, del esfuerzo de largo plazo, del respeto por el prójimo. Ojalá lo lleguemos a ver. - *Diego Goldman es abogado, Magister en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE) y docente de Derecho Penal en la Universidad de Buenos Aires. Es además autor del blog El mundo de Diego Goldman
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