El martes 5 de noviembre, millones de electores estadounidenses acudieron masivamente a las urnas para elegir al nuevo inquilino de la Casa Blanca, otro porcentaje ya había empezado a votar días antes en el "early vote" que ofrecen 47 Estados para mitigar la congestión y el aforo de los centros de votación y que fue una lección aprendida de la pandemia.
La contienda entre Donald Trump y Kamala Harris iba mas que pareja en varios Estados claves. Un leve resquemor se podía sentir en el bunker republicano en caso perdiera su candidato pues durante toda la campaña se mencionó sutilmente la posibilidad de un fraude por parte de los demócratas, el partido en el poder.
Pero, ¿era un temor fundado?. Era evidente que por más que haya existido un cordón mediático a favor de Kamala Harris y las encuestas trataban de encumbrarla, cualquier politólogo podía advertir, según el "zeitgeist" estadounidense, que era hora que los demócratas dejaran la Casa Blanca.
La mejor campaña de Trump vino del partido gobernante luego de 4 años de gestión que quedará marcada como una de las más desastrosas que se recuerde desde Jimmy Carter, otro demócrata.
Aún así la bravuconería del candidato republicano no dejaba cerrada la posibilidad de que le robaran la elección. Se preveía que habría impugnaciones por días pero los tiempos habían cambiado. A diferencia de la polémica elección anterior (2020), impugnada por Donald Trump; ésta no tenía actualmente los problemas propios de la pandemia, donde un Estado como Pensilvania tuvo que esperar el resultado oficial de las elecciones debido a que gran porcentaje de su población emitió su voto por correo, lo que hizo más lento el conteo.
Y es Pensilvania el Estado que determinó la noche de votación. El triunfo de Trump en este Estado clave dejó por sentado su regreso al poder ubicándolo muy por encima de Kamala Harris, quien incluso vio mermado su apoyo en Estados que siempre votan por los demócratas. Harris ganó en California, de donde fue fiscal general, pero el interior del Estado le dio la espalda, como se puede ver en el siguiente mapa:
El apoyo latino
A sus 78 años, Donald Trump se convirtió en el 47ª presidente de los Estados Unidos. Al día siguiente de la elección dijo en un centro de convenciones de Florida que "Estados Unidos nos ha dado un mandato poderoso y sin precedentes".
Haber ganado en ese Estado no fue para nada sorpresivo. Florida es uno de los Estados donde tiene la mayor concentración de votantes, hispanos y no hispanos. Pero sirve para analizar cómo el voto latino movió la balanza a su favor.
Los hombres latinos fueron el apoyo no buscado. De un 36% en la elección anterior pasó a un 54% a nivel nacional en esta elección en ese grupo poblacional. Esto se repitió en Pensilvania, donde el voto a su favor entre hombres latinos creció de un 27% a un notable 42%. En ese Estado, contrario a lo que podría pensar, incluso el porcentaje de hombres de raza negra que lo votaron también subió.
Gran parte de la razón de este viraje se debe a los aliados latinos que Trump tuvo durante su campaña. Nayib Bukele, un referente del orden y la seguridad, y Javier Milei, quien alzó la misma bandera que Trump de castigar a "stablishment" de izquierda participaron a inicios de este año en la Conferencia de Acción Política Conservadora, desarrollado en el Estado de Maryland, junto a Donald Trump, quien en ese entonces aun no había sido nominado como candidato republicano.
El apoyo latino sobrevivió incluso al desastroso traspié ocurrido en el mitin del Madison Square Garden de Nueva York. Uno de los momentos más esperados del candidato se vio opacado por la "broma" racista del comediante Tony Hinchcliffe, quien aludió a Puerto Rico, como una "isla flotante de basura".
El escándalo fue ante todo mediático pero no melló mucho en la elección, aún cuando dentro de Estados Unidos viven 6 millones de puertorriqueños. Puerto Rico, además, no forma parte de ningún colegio electoral. Si bien es un Estado libre asociado a Estados Unidos, no vota en las elecciones generales del Estados Unidos continental. Lo mismo pasa con otros territorios administrados por Washington como Guam, las Islas Marianas del Norte y las Islas Vírgenes Americanas.
La artífice del nuevo Trump
Para su estrategia de campaña Trump decidió confiar en Susie Wiles, consultora política de 67 años, quien trabajó en la campaña del miembro de la Cámara de Representantes, Ron de Santis para Gobernador de Florida en 2018.
Luego de ganar, Ron de Santis y ella se distanciaron y por eso Trump la trajo a su selecto grupo de consultores. Nadie tendría más incidencia en las primarias republicanas que la ex asesora de su mayor rival político interno, Ron de Santis, quien desistió de la nominación en enero de este año dejándole prácticamente el camino libre a Trump y respaldando su candidatura.
La experiencia de Wiles era conocida en Florida, Estado en el que vive. No solo hizo gobernador a De Santis, si no también a su antecesor, Rick Scott, con quien solo trabajo 7 meses antes de las elecciones. Hoy Scott, quien ha ganado un escaño en el Senado, se perfila como el líder de los republicanos en la Cámara alta y tiene el apoyo de Elon Musk, el empresario que más apostó por el triunfo de Trump y de quien hablaremos más adelante.
Wiles y Trump se conocieron en 2015 y ella fue designada como su directora de campaña en Florida, Estado que ganó Trump en su primera elección, la del 2016. Desde entonces forjaron amistad.
Ahora, como directora de campaña nacional, Susie reclutó a Chris LaCivita, un consultor de campañas políticas con quien puso en marcha la estrategia de campaña del magnate. Esto generó recelos en Corey Lewandowski, uno de los directores de la campaña del 2016 quien no quería segmentar el público sobre el cual trabajar, como proponían Wiles y LaCivita, si no mostrar al Trump más autentico y duro a nivel nacional. Luego de un debate interno Wiles logró imponerse en la forma como estructuraría la campaña.
Trump le ha otorgado a Wiles, a quien llamó "La doncella de hielo", el puesto de jefa de gabinete (la primer mujer en ostentarlo), y no es para menos pues según las propias palabras del ahora presidente, esa doncella "me ayudó a lograr una de las mayores victorias politicas en la historia de Estados Unidos"
Cómo lo hizo?
Desde un inicio Wiles y LaCivita sabían que habían grupos a los que les era muy difícil llegar. Las mujeres, los musulmanes y los afrodescendientes. Es por ello que viraron su estrategia hacia los hombres.
Trump tenía un público cautivo: hombres blancos, en su mayoría de zonas rurales y mayores de 40 años. El trabajo de Wiles y LaCivita consistió en identificar a aquellos votantes masculinos más propensos a cambiar su voto: Los hombres menores de 40 años y aquellos que votan por primera vez.
A la mayoría de ellos, los temas sectorizados como los derechos reproductivos de las mujeres o temas gaseosos como el estado de la democracia poco le importaban. Por el contrario sus preocupaciones se dirigían a la economía, la falta de trabajo, la inmigración y la inseguridad.
Wiles sabía que este grupo etario no se informaba a través de medios tradicionales, si no a través de podcast y redes sociales. La estrategia era reforzar en ellos la idea de que Joe Biden, cuando aún era candidato, no tenía las capacidades cognitivas para gobernar.
Así Wiles trajo al grupo a jovencísimo consultor republicano Alex Bruesewitz, de 27 años, cuya tarea era hacer una lista de los podcast a los que debería ir el candidato republicano para hacer campaña. Bruesewitz le mostró a Trump la lista de podcasters a quienes podía dar entrevistas. El magnate se lo devolvió y le dijo que esa lista debía ser consultada con su hijo menor, Barron Trump.
Barron, hijo de Donald y Melania, recomendó de entre la lista a Adin Ross, una celebridad gamer, famoso por colaborar con streamers de videojuegos y que fue baneado 8 veces de la plataforma Twich, la última de forma permanente. El motivo de su cancelación fue haber llamado "maricón" a otro streamer, aunque Ross siempre lo ha negado. Luego de ello su postura se radicalizó y su speech en redes fue catalogado por muchos como discurso de odio.
Aún así, Barron y Bruesewitz decidieron que sería con él con quien el candidato iniciaría las entrevistas en medios no tradicionales. Luego visitaría a otras celebridades de podcast como el polémico Logan Paul y el libertario Joe Rogan.
El debate del 27 de junio fue decisivo para Trump y su comando de campaña. Joe Biden se entregaba en bandeja al mostrarse casi imposibilitado de seguir con sus propuestas ante miles de espectadores. El trabajo estaba hecho, el debate donde un paupérrimo Biden apenas podía articular palabras fue la cereza en el pastel de una campaña que marchaba sobre ruedas. Los norteamericanos confirmaban la idea de que Biden no estaba en capacidad de dirigir el país nuevamente.
El atentado contra Trump del 13 de julio en Pensilvania, justamente en este Estado clave, motivó que el magnate se decidiera de una vez en nombrar a su candidato a la vicepresidencia, en caso le pase algo peor. Días después aparecería J. D. Vance, de solo 39 años, un joven empresario y escritor que se hizo famoso por su libro "Hillbilly elegy", el cual narra el abandono de la población blanca rural por parte del Estado mediante una subtrama familiar dramática. El libro sería luego convertido en película curiosamente por Netflix, cuya oferta audiovisual no suele ser conservadora. La película logró ser un éxito y se metió en la carrera por el Oscar con dos nominaciones, el de mejor maquillaje y el de mejor actriz de reparto para Glenn Close. Ambas nominaciones mas que merecidas.
El ingreso de J. D. Vance renovó el movimiento MAGA (Make America Great Again) posicionando la figura del grupo que buscaban atraer: hombre heterosexual, joven, blanco y con una historia de recelo hacia el Estado, a pesar que a la fecha ha habido la misma cantidad de años de gobiernos demócratas y republicanos desde el inicio del milenio.
El resultado de todas estas estrategias habla por si solo. La juventud viró hacia la derecha en las elecciones del 5 de noviembre. Entre los electores que acudían por primera vez a las urnas, el voto a favor de Trump creció en un 22% respecto a la elección del 2020, la cual perdió.
El voto femenino
Wiles sin embargo, no desatendió al sector femenino. Su estrategia prácticamente tuvo que cambiar de un momento a otro.
Al inicio, cuando el candidato opositor era Joe Biden, todo parecía muy plano. De entrada sabía que no podía sumar nuevas votantes, así que se centró en no perder el voto femenino respecto a la elección anterior.
El gran tema en este sector eran los derechos reproductivos, sobre todo después de que Trump apoyara la anulación del fallo Roe Versus Wade que habilitaba el aborto a nivel federal y devolvía la decisión de aprobarlo a cada Estado.
Trump ciñó su discurso respecto al aborto en la prerrogativa de cada Estado de aprobarlo o no y rápidamente cambiaba de tema a otros items como la inmigración y la inseguridad, prioridades también para mujeres de clase media y alta, el sector con voto más volátil.
Pero de pronto todo cambiaría. Tras el desastre creado por Jode Biden durante el debate, los demócratas prácticamente le rogaron que abandone la carrera. El partido demócrata se vio débil, sin un líder fuerte que comandara una campaña electoral, todo lo contrario al bando republicano. La estrategia demócrata entonces se centró en proponer a candidatas mujer que pudieran ser una alternativa a la masculinidad tóxica que inundaba el movimiento MAGA de Trump.
Con un 50% de aprobación para liderar esta nueva etapa, una de las favoritas era la ex primera dama Michelle Robinson Obama, sin embargo, ella siempre se mostró reacia a comandar una campaña llena de errores (el primero y más importante seguir con la idea de que Biden podría ser reelecto). De hecho en una entrevista meses antes con Oprah Winfrey, Robinson Obama dijo que la política es difícil, hay que quererlo y tiene que estar en el alma, y en el de ella no estaba.
Incluso, el genial Aaron Sorkin, creador de la serie política "The west wing", publicó un artículo en el New York Times en el que postulaba la idea de nominar a un republicano moderado como candidato demócrata. Si por extraño que parezca. Según Sorkin si los demócratas nominaran a alguien como Mitt Romney, republicano pero alejado de Trump y de MAGA, demostrarían al electorado que el partido pone por encima de su identidad el bienestar del país y le restaría votos a Trump dentro de los republicanos moderados. Nunca sabremos que tan efectiva pudo ser una campaña así de extravagante.
Pero Joe Biden, que no se caracterizó nunca por la elocuencia, y que prácticamente fue solo el rostro de un gobierno en la sombra, se declinó por la vía más rápida. Legar la campaña a su vicepresidenta Kamala Harris. Una mujer hija de un economista afroamericano y una científica natural de la India, que tenía la titánica tarea de levantar una campaña golpeada.
Para entonces Wiles tuvo que replantear la estrategia para meter a Trump en la Casa Blanca. ¿Cómo mantener el poco apoyo que quedaba de las mujeres en la elección anterior mientras se competía con una mujer, joven, empoderada y a quien todos los medios y el show business, desde CNN hasta las megaestrellas de Hollywood, trataron de encumbrar a cómo dé lugar?
El primer punto fue desacreditar los enunciados de Harris una vez investida como candidata reemplazo. Si Harris se mostraba como mujer progresista se le achacaba, sobre todo en la plataforma X, el casi nulo cambio en políticas sociales en los últimos 4 años de gobierno demócrata del cual es/fue parte.
Harris no significaría un cambio si no más del mismo desastre gubernamental, a nivel interno y externo, que significó la presidencia de Biden. Ese era el mensaje que arrinconaba a Harris, heredera de Biden, quien no podía desligarse de una gestión que le cedió la campaña a último minuto.
La coyuntura no le jugaba a favor. Una pésima imagen de Estados Unidos en el mundo, la inseguridad a nivel federal, la inmigración descontrolada, la crisis del fentanilo, el gasto excesivo para financiar la guerra en Ucrania, su postura ambivalente en torno al conflicto palestino - israelí y las políticas excesivamente "wokes" que le demandaban sus seguidores más jóvenes, fueron una mochila difícil de cargar para la ex fiscal de California. Así como Trump no podía aunar mujeres a su causa, Harris no podía sumar al electorado descontento de un gobierno del cual fue parte.
Quedaba un tema pendiente. El aborto. El 1 de agosto Donald Trump anunció en la red social Truth que no respaldaría una prohibición nacional del aborto, reforzando la idea de que es prerrogativa de cada Estado decidir si lo legaliza o no de acuerdo al fallo de la Corte Suprema, el cual siempre apoyo. Una jugada maestra, ya que no se salía de sus principios (defender el fallo que devolvía la legalización del aborto a cada Estado) y a la vez asegurar que el temor de que esa prohibición se volviera nacional y Estados Unidos se volviese en una especie de sociedad tipo "El cuento de la criada" estaba muy lejos de ser parte de su programa político. Trump fue congruente y a la vez tendió la mano a las mujeres del centro político.
Es cierto que Harris ganó el único debate entre ambos candidatos, debido en gran medida a un absurdo discurso anti inmigrantes por parte de Trump que hacia alusión a una supuesta predilección de los foráneos por comerse a las mascotas de los estadounidenses. Harris tomó eso para dibujar a Trump como una persona monotemática y exagerada en un debate que pretendía ser serio y amplio. Trump y Harris eludieron la verdad en más de una ocasión pero el ahora electo presidente se vio, por primera vez, vulnerable. A pesar de ello la campaña no cambio. El debate no movió en casi nada la intención de voto.
Wiles había logrado que incluso el peor Trump quedara ante la audiencia en mejor posición que la mejor versión de Kamala. Los 4 años de gobierno demócrata le pasaron factura a la vicepresidenta.
Los apoyos
A la par que luchaba contra la campaña millonaria de Harris, Trump también se deshacía de las figuras que podrían hacerle sombra. Neutralizó al candidato independiente, Robert F. Kennedy Jr. ofreciéndole un puesto en el área médica de su gobierno a cambio de su respaldo. Ahora sabemos que Trump lo ha nombrado Secretario de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, curioso puesto para el único miembro de la familia Kennedy en ser conocido por su postura antivacunas, incluso antes de la pandemia. Actualmente Kennedy ha lanzado el movimiento Make America Healthy Again - MAHA y promete luchar contra los pesticidas, promover la leche cruda y quitar el flúor del agua potable.
Pero si hablamos de apoyos, uno que siempre estuvo a su lado fue el multimillonario Elon Musk. Ferviente luchador contra la subcultura "Woke" desde que su hija transgénero Vivian se peleó con él en 2022, decidió cambiar su apellido y abandonar el país. Para Elon el distanciamiento de su ahora hija se debió al "Virus woke" inoculado en el sistema escolar de Estados Unidos. Desde entonces ha usado la plataforma de la que es dueño, X, para combatir la "ideología de género".
Musk decide también entrar a la política activa y respaldar a Donald Trump. Invirtió 100 millones de dólares en un Comité de Acción Política con sede en los Estados claves para hacer campaña a favor de su candidato. Además lo apoyo fervientemente desde su cuenta en X donde tiene alrededor de 203 millones de seguidores, siendo la personalidad con mayor número de "followers". Si el perfil de Elon Musk fuese un país sería el octavo país más habitado del planeta. Una base que no ha logrado igualar Taylor Swift, la megaestrella norteamericana que dio su apoyo tardío a la campaña de Harris semanas antes de los comicios y que cuenta con menos de 100 millones de seguidores en X, aunque si le gana a Elon en Instagram pero esa red social no es una buena plataforma para hacer campaña política.
Desde X, Elon Musk hizo eco de las denuncias de Trump ante un posible fraude. En cierta ocasión el multimillonario tecnológico posteó: "Si Trump no gana, estas serán nuestras últimas elecciones".
Trump devolvió a Elon el apoyo durante la campaña y le otorgó el cargo de Secretario del Departamento de Eficiencia Gubernamental. Desde ahí Elon pretende inocular la visión empresarial en el gobierno recortando gastos y reestructurar, o más bien refundar, el Estado federal como nunca antes. “¿Amenaza a la democracia? No, amenaza a la burocracia”, fueron las palabras de Musk en su cuenta de Twitter el día que fue nombrado.
Dentro de estas expectativas por un gobierno más conservador que liberal, en todos los aspectos incluido el económico, el Proyecto 2025 de la Heritage Foundation jugó un papel fundamental. Este proyecto publicado en 2023 y dotado con 22 millones de dólares no necesariamente apoya a Trump, si no a una agenda conservadora en particular cuya finalidad es poner a un militante reaccionario en la Casa Blanca, sea Trump o cualquiera que tome sus postulados, los cuales se basan en una defensa de la familia tradicional, un desapego a las políticas ambientalistas, un proteccionismo económico sin precedentes para una organización de derechas y una lucha frontal el progresismo.
El manual de mil páginas donde se estipula la agenda conservadora es apoyado por decenas de think tanks conservadores aunadas en torno a la Heritage Foundation, organización que en otras épocas apoyó un gobierno de libre mercado con Ronald Reagan en el poder y que hoy, con un discurso intervencionista, parece un fantasma de lo que alguna vez fue.
La familia
Para nadie es un secreto que Trump tiene cierta predilección por el nepotismo. Un hombre que ha pasado por juicios y un fallido intento de asesinato necesita tener cerca a quienes considera más leales, entre ellos su familia, la nuclear y la política.
Trump ha sabido repartir entre su familia su legado empresarial y también el político. De sus 5 hijos, Donald Jr., Ivanka y Eric han sido los más proclives a seguir la senda empresarial, siendo Ivanka la que más ha sobresalido. No sólo lo ha acompañado en su carrera mediática, si no que además fue asesora principal durante el primer mandato de su padre en la Casa Blanca.
Si bien Barron, el único hijo de Donald y Melania, pareciera ser el elegido para seguir el legado político, es aún muy joven para saber cuál será el rumbo que va a tomar, además de que ciertamente no tiene el carisma propio de los Trump. Por eso el presidente decidió confiar algunos puestos claves también a su familia política. Es el caso de su yerno de ascendencia judía, Jared Kushner, esposo de Ivanka, quien jugó un papel muy importante en las negociaciones de paz en Medio Oriente durante el primer mandato de Trump, época en la que se relegó la cuestión palestina a un segundo plano para impulsar la relación entre Israel y los países árabes que concluyeron con los Acuerdos de Abraham. Algo que ofuscó a Irán, país que pondría todas sus fichas en repotenciar a Hamás y los hutíes yemenitas para contrarrestar la validación de Israel en el mundo árabe. El desenlace ya lo conocemos todos.
Durante el primer gobierno de Trump también se defendieron los intereses israelíes reconociendo la soberanía israelí sobre los disputados Altos del Golán, en la frontera con Siria, y a Jerusalem como capital de Israel. Muchos analistas señalan que Kushner fue el responsable de la postura tan pro Israelí de la anterior administración. Sin embargo, para la presente campaña Kushner ha sido relegado, sobre todo después de cuestionarse negocios en común entre sus empresas y capitales saudíes. Donald Trump se fijaría entonces en otro miembro de su clan.
La figura más prominente en esta nueva etapa ha sido su nuera Lara Trump, esposa de su hijo Eric. A inicios de la campaña, Susie Wiles la convocó a una reunión donde Donald Trump la postuló para ser la copresidenta del Comité Nacional Republicano. "Necesito alguien en quien pueda confiar", le dijo para animarla a aceptar el cargo.
Lara, ex productora de televisión, no tenía ninguna experiencia política y por ello el llamado la debió haber tomado por sorpresa. Sin embargo, supo estar a la altura del desafío. La campaña de recaudación de fondos que lideró logró obtener más de 280 millones de dólares desde marzo de este año y viajó por todo el país capacitando y reclutando a jóvenes para ser observadores electorales de los republicanos, sobre todo en los Estados clave.
Con apoyo de presidentes latinoamericanos, de multimillonarios tecnológicos, de un miembro del clan Kennedy que se retiró para no hacerle sombra, de think tanks reaccionarios, con un equipo de campaña de probada eficacia, con la lealtad de su familia y sobre todo con los garrafales errores de la contraparte demócrata, Trump desarrolló la estrategia de campaña más sobresaliente de la historia contemporánea de Estados Unidos. Cómo un hombre tan polarizante volvió a ser comandante en jefe será motivo de mayores análisis en el futuro que los aquí descritos. Al final Trump solo fue la figura de tiempos revueltos, del cansancio y la protesta, de una derecha que le quitó votantes a la peor versión de la izquierda demócrata. Trump fue lo que lo estadounidenses votaron. Y para nadie mínimamente acucioso podía ser sorpresa.
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Miguel Angel C.
Periferia Internacional
@2024
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