Daniel Ortega y su esposa son viejos conocidos en la prensa mundial. Él, un guerrillero que manejó el país durante la llamada "revolución sandinista", en épocas de guerra fría y teología de la liberación (1979 - 1990). Ella, su esposa, Rosario Murillo, quien en los 90s saliera a declarar en rueda de prensa que su propia hija era una mitómana al acusar a Daniel Ortega, su padrastro, de haber abusado de ella sexualmente. Con ese historial, era de esperarse que de regresar el poder también renacerían viejas costumbres autoritarias
En el 2007, convertido en un cristiano fervoroso, Ortega retoma el poder en Nicaragua, apoyado abiertamente por Hugo Chávez. Llevaba consigo la bandera del bolivarianismo e imprimió su gestión de programas sociales que han combatido el hambre y han puesto a la salud y la educación como prioridades pero que no han movido al país del triste segundo lugar entre los países más pobres del continente, solo superado por Haití.
Con casi diez años en el poder, el ex guerrillero que ahora usa la democracia como vía para legitimarse va por su tercer mandato en las elecciones del 6 de noviembre del 2016. Junto a él su esposa, Rosario Murillo la acompaña en la fórmula electoral como su futura Vicepresidenta. Un matrimonio que comparte el gobierno, algo muy casual en tierras latinoamericanas desde las épocas de Perón.
Estas elecciones recuerdan mucho las épocas de los Somoza, otra familia que se entronizó en el poder. Previamente el Presidente Ortega había cambiado la Constitución para permitir la reelección inmediata. Actualmente, las garantías no están dadas ya que no hay observadores internacionales, no participa la oposición política desde que el Consejo Supremo Electoral le quitó la representación legal al Partido Liberal Independiente, la segunda fuerza política del país desde el 2011, no hay pluridad de información pues los medios han sido tomados directa o indirectamente (Se dice que hay una Alianza de silencio con grupos empresariales) por el gobierno, el mismo que tiene pleno control de los poderes del Estado. La historia de elecciones no competitivas, ni transparentes en "democracia" se repite en el país.
En estas elecciones 3,8 millones de nicaragüenses están llamados a votar para elegir Presidente, Vicepresidente, Diputados (90) de la Asamblea Nacional y del Parlamento Centroamericano (20), sin embargo, según los últimos reportes, la abstención esta vez ha llegado a picos históricos, incluso en ciudades donde el Frente Sandinista de Liberación Nacional - FSLN, el partido de los Ortega, ha arrasado anteriormente.
Debido a la abstención masiva (entre un 70% 80%), la oposición ha propuesto que las elecciones sean declaradas nulas, algo que no permitirán los Ortega, cuyo tercer mandato es ya un hecho. Una de las voces disidentes viene de uno de sus otrora leales compañeros, Ernesto Cardenal. La personificación de la teología de la liberación ha puesto el grito en el cielo con la nueva gestión de Daniel Ortega y los despilfarros de su esposa, quien terminó sembrando Managua con "árboles de la vida" para alegrar el espíritu del pueblo, por que sí, además de política y de ser sobrina nieta de Augusto César Sandino, Rosario Murillo también es esotérica. Cardenal, quizás el último intelectual con carisma para oponerse a los Ortega, está muy cansado, a sus 91 años ya no aparece públicamente, salvo por entrevistas con prensa extranjera. Su sueño socialista se vio frustrado en los 90s y traicionado en el nuevo siglo con el retorno de su ex compañero al poder. Aquel compañero que cambió las armas por el clientelismo y que ya no cree que las elecciones son un invento burgués para dividir al pueblo, si no un medio para crear una empresa familiar con tintes de autocracia tropical.
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