De padres ucranianos que eran diplomáticos ante la ONU, nacida en Nueva York por los continuos viajes de su familia y con toda su vida dedicada al periodismo en Rusia; Anna Politkóvskaya se ha convertido en un ícono de la libertad de expresión y un modelo de profesionalismo para muchas mujeres al ingresar en un terreno tan machista como peligroso: el periodismo en la Rusia post soviética y la guerra en el que fue uno de los lugares más peligrosos del mundo para vivir, Chechenia.
Estudió periodismo en la Universidad de Moscú y en el año 1999, a pocos meses del ascenso de Vladimir Putin al poder, ingresó a la redacción de la que sería su casa periodística: el legendario diario opositor, Novaya Gazeta, fundado en 1993, fatídico año en el que se dieron las manifestaciones en contra de la privatización del gobierno de Boris Yeltsin, las mismas que el presidente ruso reprimió con una dureza que hacia recordar a los peores años de la era soviética.
Como una de las columnistas principales del Novaya Gazeta, Anna se dedicó a investigar las políticas de lucha contra el terrorismo checheno que había dictado el nuevo presidente ruso, Vladimir Putin. Específicamente casos de desapariciones y torturas cometidas por los altos mando militares en esa región del Cáucaso en conflicto. Una de las primeras investigaciones que incomodó a Putin fue la de la ejecución de 6 civiles (entre ellos una mujer embarazada) por parte de militares rusos en una localidad de Chechenia, por entonces en guerra por segunda vez.
Debido a sus investigaciones se le retiró el permiso para ingresar a la zona de conflicto, pero aún así logró obtener información detallada de las violaciones a los derechos humanos de miles de chechenos luego de la guerra, cuando Vladimir Putin puso como jefe de la república rusa de Chechenia a Ahmad Kadyrov, y luego a su hijo, Ramzan Kadyrov, quienes gobernaban según lo indicado por Moscú y con una extrema severidad.
Sobre Chechenia, y en especial sobre Vladimir Putin, escribió varios libros, siendo el último "Un diario ruso" donde describe un episodio personal que casi le cuesta la vida. Era el año 2004 cuando un grupo de terroristas chechenos tomó la escuela número 1 de Beslan, en Osetia del Norte, y retuvo como rehenes a más de mil personas, la gran mayoría menores de edad. La actuación del gobierno ruso fue cuestionada, pues el asalto al colegio y los enfrentamientos con los terroristas, dejó un saldo de 334 muertos, más de la mitad niños. Anna se dirigía a la zona del conflicto para tratar de mediar en él cuando en pleno vuelo empezó a sentirse mal. Había sido envenenada con una sustancia desconocida puesta en un té que el personal de la aerolínea le había ofrecido. Enfermó gravemente, perdió el conocimiento y no pudo llegar a Beslán. Nunca se supo qué fue lo que contenía la bebida.
Luego de aquel episodio las amenazas a su vida fueron constantes, pero ella seguía cuestionando desde su diario a la presidencia rusa y al FSB, la organización de inteligencia, legado de la KGB, que inició funciones con la llegada de Putin al poder.
Anna Politkóvskaya fue asesinada un 7 de octubre de 2006, mismo día en el que celebra su cumpleaños Vladimir Putin. Salía de su casa cuando un joven checheno le disparó. Su cuerpo fue encontrado por su vecina en el ascensor del edificio donde vivía en el centro de la capital rusa. El crimen fue investigado por Alexander Litvinenko, ex agente del KGB, que al poco tiempo murió envenenado en Londres.
Ocho años después del terrible crimen un tribunal de Moscú declaró culpables a 5 acusados, entre ellos, al autor material pero nunca se esclareció el motivo y sobretodo quien dio la orden para actuar. Actualmente el caso está prescrito.
Su hija, la también periodista Vera Politkóvskaya, así como sus compañeros del Novaya Gazeta y defensores de los derechos humanos a nivel global, siguen esperando justicia.
"Lo que importa es la información, no lo que se opine de ella"
Anna Politkóvskaya
1958 - 2006
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