Abu Sayyaf, "Padre de las Espadas" en árabe, es el nombre del más temido y organizado de los grupos islamistas en el Asia Pacifico, que curiosamente no proviene de los grandes países islámicos de la zona como Brunei, Indonesia o Malasia, sino de la muy católica Filipinas, tampoco es un nuevo actor, muy por el contrario, su actuar data de 10 años antes del atentado de las torres gemelas cuando en el verano de 1991, en la inmensa isla filipina de Mindanao, el clérigo Abdurajak Abubakar Janjalani proclama su creación.
Desde entonces, Abu Sayyaf ha sido responsable de centenares de secuestros y asesinatos bajo la bandera islámica, el más recordado de ellos en Latinoamérica es el secuestro y posterior asesinato por decapitación del peruano - norteamericano Guillermo Sobero en junio del 2001, secuestrado mientras dormía en su hotel de la turística isla de Palawan. Un año antes, 60 personas de una escuela católica en Basilán habían corrido la misma suerte.
Lo que Abu Sayyaf pretende al dejar estas estampas del horror es independizar las islas de Joló, Basilán y Mindanao, pertenecientes a Filipinas, y convertirlas en un Estado independiente islámico donde la sharia o ley islámica rija para todos. Bajo esa premisa es que en el 2014 su actual líder Isnilión Totoni Hapilon decide jurar lealtad al grupo yihadista más famoso del mundo, el Estado Islámico.
Al ser un nuevo aliado del Estado Islámico sus acciones se han vuelto más violentas y mejor organizadas, además de muy bien financiadas. Esta semana ha estado en el ojo de la tormenta tras la ejecución del canadiense Robert Hall, quien fue capturado junto con el noruego Kjartan Sekkingstad y la filipina Marites Flor. En abril pasado otro canadiense, John Ridsel, también había muerto a manos del grupo islamista al haber vencido el plazo dado por sus captores quienes exigían 20 millones de euros por su libertad.
Un punto a tomar en cuenta en esta vorágine de violencia que vive Filipinas es el actual panorama político de la isla. Luego de un cuestionado periodo, Benigno Aquino III, aka Noynoy, hijo del histórico líder Benigno Aquino, dejará el poder en manos de Rodrigo Duterte, aka Rody, quien el próximo 30 de junio se convertirá en el primer Presidente de Filipinas procedente de la rebelde isla de Mindanao, con una fuerte presencia musulmana (350 mil según algunos estudios). Duterte, ha anunciado mano dura con la milicia musulmana procedente de su región de origen, donde por años gobernó como Alcalde de la cosmopolita ciudad de Davao. El nuevo presidente recibe un país en emergencia por la guerrilla islamista (Cinco mil soldados han tomado las selvas de Mindanao en busca de los rehenes), la criminalidad común y los carteles de la droga y ha prometido el retorno a la pena de muerte para acabar con la violencia en el país.
No es la primera vez que el ejecutivo ha manifestado un apego a radicales medidas, sin embargo cabe destacar que alguna vez Filipinas reconoció la paz por medio de acuerdos en el marco de la institucionalidad. En el 2014, el mismo año en el que Abu Sayyaf juraba lealtad al Estado Islámico, otro grupo islamista, el Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI) depuso sus armas y firmó un acuerdo de paz con el gobierno renunciando a su anhelo secesionista.
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